11 de junio de 2008

La casa de las palabras, Eduardo Galeano

           
A la casa de las palabras, soñó Helena Villagra, acudían los poetas. Las palabras, guardadas en viejos frascos de cristal, esperaban a los poetas y se les ofrecían, locas de ganas de ser elegidas: ellas rogaban a los poetas que las miraran, que las olieran, que las tocaran, que las lamieran. Los poetas abrían los frascos, probaban palabras con el dedo y entonces se relamían o fruncían la nariz. Los poetas andaban en busca de palabras que no conocían y también buscaban palabras que conocían y habían perdido.

En la casa de las palabras había una mesa de los colores. En grandes fuentes se ofrecían los colores, y cada poeta se servía del color que le hacía falta: amarillo limón o amarillo sol, azul de mar o de humo. rojo lacre, rojo sangre, rojo vino…

Tomado de: El libro de los abrazos, Eduardo Galeano

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